Es el momento de prestar atención a la oruga procesionaria del pino y evitar que nuestros canes entren en contacto con ellas o con los pelillos que cubren su cuerpo. El encuentro directo con estas orugas puede ser mortal para ellos.
La procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) es una oruga que aloja sus larvas en “bolsones” que cuelgan de los pinos y que, al desarrollarse, se desplazan por el suelo, en fila en forma de procesión (ligadas unas a otras), a lo que debe su nombre común.
Esta especie de lepidóptero defoliador, además de afectar a los pinos, también puede encontrarse en cedros y abetos, y causar daños medioambientales, urticarias y alergias en personas, principalmente en los niños y, en los casos más graves, el fallecimiento de animales domésticos, principalmente de los perros.
¿Cuál es el ciclo de vida de la oruga procesionaria?
Hay que tener presente que el ciclo vital de la procesionaria ocurre cada año, por lo cual es importante conocerlo para estar atentos a su presencia al finalizar cada estación invernal y avisar a los organismos encargados de su eliminación, en el caso de que observemos nidos en los pinares y otras arboledas.
Al terminar el verano, las orugas adultas, que previamente se han transformado en mariposas, se aparean. Las hembras ponen sus huevos, la misma noche del apareamiento, en las agujas de los pinos ubicadas en las zonas más expuestas al sol. Cada puesta puede contar con entre 100 y 300 huevos que la hembra protege mediante la colocación de escamas de su propio cuerpo.
Con la ligera subida de las temperaturas que se produce entre febrero y marzo, las orugas procesionarias abandonan los nidos y se desplazan, en procesión, por el tronco de los árboles hasta llegar al suelo.
A los 30 o 40 días nacen las orugas que construyen bolsas o nidos de seda, que se pueden apreciar a simple vista, donde pasan sus 4 fases evolutivas protegidas del frío invernal.
El momento fundamental de su ciclo biológico es cuando, con la ligera subida de las temperaturas que se produce entre febrero y marzo, se produce el “reflejo de enterramiento” que provoca que las orugas abandonen el bolsón, migren en procesión por el tronco del pino hacia la tierra buscando lugares propicios para enterrarse hasta el verano y formar la crisálida que se convertirá en mariposa, para así iniciar nuevamente su ciclo vital. La primera de la fila siempre es una hembra que deja tras de sí un hilo de seda que siguen todas sus compañeras, protegiéndose la cabeza unas a otras porque es la zona con la que se alimentan las aves depredadoras.
¿Por qué debemos evitar el contacto con la oruga procesionaria?
Aunque algunos gatos pueden verse afectados, el perro suele ser su víctima más frecuente, por el contacto que puedan tener con en las orugas en movimiento, los nidos o bolsones que caen al suelo o con los pelos urticantes que puede llevar el viento ya que, cuando la oruga se siente amenazada pueden lanzar sus pelos sedosos al aire, causando, en este caso, afecciones oculares, blefaritis (inflamación de los párpados) y úlceras corneales. Por suerte, gracias a la presencia de pelo en la mayor parte del cuerpo de nuestras mascotas, las afecciones en la piel que pueden presentarse en las personas no son frecuentes en ellos.
En el peor de los casos, que son los que pueden provocar el fallecimiento del animal, se localizan en la zona bucal, pudiendo presentarse una estomatitis necrótica, precedida de una fase erosiva y ulcerativa, afectando toda la cavidad oral, incluida la lengua, interior de las mejillas, encías, labios y paladar. Otra posibilidad es la aspiración de los pelillos urticantes por la nariz, causante de una rinitis aguda.
Estos pelillos que recubren a las orugas poseen una toxina termolábil denominada Thaumatopina, que causa la liberación de histamina por parte de los mastocitos al torrente sanguíneo del animal afectado, produciendo una reacción inflamatoria similar a las reacciones alérgicas agudas o mecanismos de hipersensibilidad inmediata tipo I, mediada por Ig E.
Si los pelillos que cubren el cuerpo de la oruga procesionaria entran en contacto con las mucosas o con los ojos, los síntomas suelen ser nerviosismo, picores, urticarias, aumento del volumen de la lengua, que puede tornarse azulada, y sensación de ardor que lleva al animal a babear y a rascarse la zona de la boca. En casos menos frecuentes pueden aparecer ampollas en la piel.
Ante la sospecha que que nuestra mascota ha estado en contacto con los pelos urticantes de la oruga procesionaria, es imprescindible acudir cuanto antes a la clínica veterinaria y, si es posible, lavar inmediatamente la zona con agua templada o caliente, ya que el calor desactiva la toxina, para minimizar en lo posible sus efectos. Es importante no frotar la zona afectada, esto provocaría el efecto contrario, porque esto rompería los pelos de la oruga liberando más toxina.
¿Es posible acabar con la oruga procesionaria?
La mayoría de los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas tienen métodos de control contra estas plagas. Los más utilizados son la fumigación con insecticidas biológicos, la colocación de trampas con feromonas, la instalación de barreras físicas que eviten que las orugas lleguen a la tierra o la quema o rotura temprana de los bolsones ya que, al someterse a bajas temperaturas, las larvas mueren.
Dado que la procesionaria tiene una gran cantidad de depredadores, como ortópteros comedores de puestas, hormigas rojas, avispas, pequeños pájaros insectívoros (como carboneros, herrerillos, cucos, etc.), otra opción más ecológica sería proteger a estas especies que se alimentan de la oruga, sus huevos y sus larvas.
¿Qué podemos hacer para evitar entrar en contacto con la oruga precesionaria?
- Evitar los paseos en estas fechas por zonas de pinares, o arboledas, afectados por orugas.
- Ante la presencia de nidos o bolsones, exigir a los organismos encargados del medio ambiente una rápida actuación para eliminar las larvas antes de su desarrollo.
- Contribuir a la preservación de las especies que son depredadores naturales de esta plaga. El mejor control es el que hace la propia naturaleza.
Si no has podido evitar que tu perro entre en contacto con la oruga procesionaria, es de vital importancia reconocer los síntomas, lavar inmediatamente ¡sin frotar! la zona afectada, con agua templada o caliente, y llevarle inmediatamente a un veterinario.
Como ya todos sabemos, la prevención es la mejor arma que tenemos para velar por el bienestar de nuestros compañeros peludos. Pero, si no has podido evitar que tu perro entre en contacto con la oruga procesionaria, es de vital importancia reconocer los síntomas y acudir inmediatamente a un veterinario.